Pisar Las Tablas de Daimiel, es entrar en un lugar enigmático. De belleza única, el silencio se puede oír, y al mismo tiempo podemos sentir el latir de tantas aves como encontramos en el agua, volando o posadas en una rama cantando alegremente. Hay de todos los tamaños, colores y "razas". Con el pico más largo, o más corto, eso no importa nada.
Admirar simplemente como se posa sobre la flor del espinoso cardo una esplendida mariposa negra o multicolor, y si nos quedamos quietos hasta podemos ver como alza su vuelo en una maravillosa danza.
Caminar por dentro del agua, ver los caballitos del diablo, o las libélulas con esas transparentes alas que crean una magia sin igual.
Un placer pasear por ellas, perderme entre Tarays, mientras voy viendo como esas pequeñas aves nadan buscando a la madre entre los cañaverales porque quizás temen que los abandonen.
Todo en ese parque tiene vida, vemos troncos muy viejos, caídos en el suelo que nos parece que están muertos, en cambio podemos observar como salen pequeñas ramas que irán creciendo para transformarse en otro hermoso árbol.
Sentada en uno de los bancos poder pasar a un papel todas mis emociones, mis sentimientos encontrados es llenar el alma de buenos momentos.
Higorca
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